¡Oh capitan, mi capitan!
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¡Oh capitan, mi capitan!

¡Oh capitan, mi capitan! Hemos llegado a Puerto Pero mi capitan yace caido, Frio y muerto

A pocas personas uno podría señalar como las que de modo férreo, honesto y claro son las que tienen la fuerza para orientar y dirigir certeramente nuestros pasos. Para ser capitán hace falta algo más que destreza, sabiduría y entendimiento que solo da el prolongado recorrido de la vida. Para ser capitán sobre todo hace falta pasión, entrega, sensibilidad y vocación de compartir lo que se tiene para garantizar que el curso de los otros sea seguro pero que también esté abierto para que los demás alcancen sus propios destinos.

El poeta norteamericano, Walt Whitman, por 1866 escribió su poema ¡Oh Capitán, mi Capitán! En el que señala justamente que después de un terrible viaje en el que el navío ha salvado todos los escollos y tormentas finalmente por la hábil conducción de su capitán se ha llegado a puerto seguro, pero sin embargo, cuando se oyen las salvas, campanas y vítores del pueblo en tierra firme el Capitán no puede bajar, porque en cubierta el Capitán yace caído, frío y muerto.

Este Capitán, el que nos ha guiado en el recorrido del arte de amar la palabra para descubrir que con ella podemos transformarnos creyendo fervientemente que también incidimos en la transformación de la misma sociedad hacia escenarios de mayor justicia, equidad y compromiso por los demás, es indiscutiblemente nuestro amigo y maestro Luis Ramiro Beltrán Salmón quien partió a enfrentar la prueba más seria del ser humano y del comunicador, la del encuentro cara a cara y en diálogo con Cristo, al dejarnos en cuerpo este pasado 11 de Julio.

Podríamos referirnos a cómo nació la expertés del maestro en comunicación social, nuestro Capitán para recorrer los mares de la palabra, y allí sabríamos que  justamente su  inicio en calidad de grumete del barco periodístico se dio ya a sus doce años. Experiencia que le debió impresionar a tal grado que lo enamoró en el juego y magia de las palabras pasándolo de aprendiz de reportero al importante papel de Jefe de Redacción del periódico orureño La Patria en 1946. Podemos también referirnos a la marca periodística ya ganada por Beltrán que lo llevó en La Paz a ser redactor del periódico La Razón alternando tareas como guionista de radio, periodista free-lance y hasta guionista de cine entre 1948 a 1952. Por otro lado, resultaría también imprescindible referirse a su gran salto al mundo teórico del campo comunicacional iniciado por el hecho providencial que en septiembre de 1954 le pusiera en contacto con Frank Shideler, Jefe de Información del Servicio Interamericano de Agricultura (SAI) quien en La Paz lo buscó para ser parte de un equipo de redactores en temas de extensión agrícola, y que como gancho para que tomara el oficio le brindaba ir a un curso sobre información audiovisual en Puerto Rico. La oferta habría tenido tal efecto que saliendo de Bolivia por más de 25 años lo vinculó a los centros de estudio de la comunicación social más importantes en los Estados Unidos donde por sus méritos académicos conseguiría tanto el masterado como doctorado en la Universidad del Estado de Michigan en East Lansing entre 1964 a 1969. De Beltrán también se puede aproximar al  recorrido exitoso en sus tareas profesionales en los más relevantes centros del trabajo informativo y comunicacional de entonces donde destacan el Instituto Interamericano de Ciencias Agrícolas (IICA) en Costa Rica y su vínculo con la UNESCO en calidad de asesor en los debates por el entonces llamado Nuevo Orden Informativo Internacional (NOII) los que le dieron el vuelo para comprender de modo esencial que la comunicación social y su estudio teórico no tenían sentido si éstos no cambiaban su paradigma netamente mecánico, instrumentalista y abiertamente informativo persuasor para más bien dar paso a una nueva visión donde la  unilateralidad del modelo clásico, Emisor-Medio/Mensaje-Receptor, debería revertirse hacia fines educativos y de desarrollo social bajo el esquema de espacios equitativos, relacionalidad y participación entre los actores de la palabra. Así, nace en el documento teórico más importante de su trabajo titulado, Adiós a Aristóteles: la Comunicación Horizontal, presentado en 1979. En él se formula  su modelo de comunicación y señala: “La comunicación es el proceso de interacción social democrática que se basa sobre el intercambio de símbolos por los cuales los seres humanos comparten voluntariamente sus experiencias bajo condiciones de acceso libre e igualitario, diálogo y participación. Todos tienen el derecho a comunicarse con el fin de satisfacer sus necesidades de comunicación por medio del goce de los recursos de comunicación. Los seres humanos se comunican con múltiples propósitos. El principal no es el ejercicio de influencia sobre el comportamiento de los demás.” 

El giro Copernicano que propuso Beltrán sobre la misma manera de comprender la comunicación revolucionaba los enfoques teóricos clásicos y hasta hoy tremendamente difundidos en los que la unilateralidad y supremacía del emisor se ponía en cuestionamiento. Este análisis se amplió hacia propuestas netamente beltranianas consistentes con  el modo de ver la comunicación. De ahí que él consolidó sus propuestas ya lanzadas desde los años 70 donde se criticaba el carácter modenizante y extensionista de innumerables esfuerzos en países en vías de desarrollo de proyectos que se orientaban a transformar contextos sociales determinados bajo el empuje de la propaganda y la occidentalización. También se aproximaba a comprender cuáles eran las determinantes que generaban condiciones de incomunicación en las sociedades, y junto a los debates de la UNESCO de modo hasta hoy no superado planteó la necesidad y definición de las llamadas Políticas Nacionales de Comunicación. Las PNC entendían que la dinámicas de la comunicación social y paralelamente del uso de los recursos tecnológicos que permiten la circulación de las ideas deberían orientarse de modo primordial y responsable en los estados hacia fines de transformación social donde el acceso al conocimiento, la circulación y de las ideas y la valoración de las formas locales de expresión de un modo democrático posibilitaran alcanzar formas de desarrollo auténticamente sostenibles, inclusivas y con identidad.

De ahí que Beltrán tiene un protagonismo central en el surgimiento del mismo campo teórico de la llamada comunicación para el desarrollo a la que él preferiría denominar comunicación alternativa para el desarrollo democrático marcando la diferencia sobre enfoques de una comunicación vinculada al desarrollo social solo desde los ámbitos estatales o de organizaciones foráneas.

Pero el aporte de Beltrán también encontró impacto en el campo del estudio e investigación de la comunicación marcando huella en la esfera internacional. Y si bien ésta es una dimensión más especializada para los teóricos de la comunicación social la misma a criterio del mismo Beltrán habría sido conseguida por su esfuerzo casi individual. El mismo reconoció que gran parte de sus trabajos reflexivos en investigación de la comunicación resultaron de “horas de sueño robadas al descanso”, es más indica que para algunos de sus estudios pioneros carecía incluso de la formación académica que después habría de recibir. Por otro lado, a juicio de él, a diferencia de investigadores que han podido calar con sus aportes dentro de sus comunidades científicas, él nunca tuvo una entidad o menos una función académica o técnica que se dedicara en sí al trabajo investigativo. Bajo estas circunstancias Beltrán califica de prodigiosa la situación que ha podido encontrar en medio de la teoría de la comunicación cuando su producción intelectual tuvo permanentemente que ser sujeta a la dinámica de las instituciones en las que tuvo que trabajar. Es más él considera que le era más fácil contratar o emplear funcionarios para realizar trabajos que requirieran algo de investigación en lugar de poder realizarlos por sí mismo.

La principal preocupación sobre la investigación social desarrollada en el campo de la comunicación social según Beltrán y que surgía con fuerza en los años 80 tenía que ver con la efectiva utilidad del conocimiento para que éste sea actor de prácticas transformadoras y de comprensión de los elementos sociales y culturales que hacen posible el entendimiento entre sujetos. Este tipo de comprensión impulsa a Luis Ramiro Beltrán a observar que el estudio metódico y sistemático de la comunicación, o sea la investigación de la comunicación, y que se opera desde centros especializados o académicos no puede estar exenta de su  dimensión ideológica y de comprensión de los entornos socio culturales e históricos que más bien dan sentido al modo en el que circulan las palabras. O sea si se investiga la comunicación social debería ser para contribuir a los procesos de cambio en la sociedad de lo contrario como denunciaba en 1974 con su trabajo La investigación de la comunicación en América Latina: indagación con anteojeras, o se investigaba en pro de un statu quo que tras su ropaje de la objetividad empírica consolidaba intencionalmente su ceguera para comprender la sociedad o más bien se optaba por asumir la comprensión de la comunicación humana en el seno de la integralidad de dinámicas socio culturales así como de poder.

Su búsqueda de las condiciones objetivas para una comunicación horizontal por otro lado al constituirse en indicadores para observar la relación democrática en los procesos de circulación de mensajes en una sociedad devuelven a la comunicación su inevitable condición política. Por tanto, la comunicación social no es más asunto de operadores de la palabra privilegiados, o de la presencia de emisores únicos, ni menos es un asunto que se reduce a preocupaciones técnicas y de instrumentos, sino a hechos profundos de encuentro entre proyectos humanos, sociales y de vida los que sin ser necesariamente libres de conflicto hacen más bien ver que son las diferencias el sentido mismo del trabajar por el encuentro. Nadie dialoga desde la homogeneidad, se dialoga desde la diversidad y la diferencia y esto sólo es posible desde una comunicación humana que nos hace iguales a todas y todos.

Si para Beltrán y los precursores de la teoría crítica de la comunicación en América Latina entre los que se inscriben Juan Díaz Bordenave, Eleazar Díaz Rangel, Juan Gargurevich, Luis Anibal Gómez, José Marques de Melo, Armand Mattelart, Héctor Schmucler, Eliseo Verón y Antonio Pasquali a los que se suman las ideas pedagógicas de Paulo Freire el camino pionero les pudo haber parecido a veces solitario e incluso incomprendido la influencia del pensamiento de la no conformidad sobre los estilos de pensar la comunicación están presentes internacionalmente. Hoy a los comunicadores de América Latina y así como de sociedades en que la comunicación social y el uso de sus recursos técnicos presenta inequidad la tarea marcada por Beltrán está dada, el ingresar al campo de la comunicación humana es precisamente el de actuar en la dimensión más básica de nuestro ser, cual es el de saber que somos sujetos de la comunicación así como para la comunicación de tal modo que comprender la pasión por la palabra no puede pasar por la preocupación por los medios o instrumentos sino de modo básico por el diálogo con los demás y a partir de éste experimentar la pasión de servicio por los demás desde la palabra.

Pero en qué radica la medularidad del pensamiento teórico de Beltrán sobre la comunicación social?. Pues en el hecho de que él ha tenido la virtud de comprender, y hacernos comprender, que la comunicación más allá de un acto de circulación de mensajes es un proceso humano democrático y así liberador. No otra cosa puede ser su “comunicología de la liberación” según lo califican teóricos como Atwood y, McAnany (1986) dejando ver que la fuerza de su reflexión del proceso de la comunicación humana se centra, radica y tiene sentido en el descubrimiento del otro. Esta condición edificante y edificadora hace sintonía directa con lo que George Gusdorf en 1971 señalaría en su libro La Palabra en que remarca que: “… la gracia de la comunicación, en la que uno da recibiendo, en la que uno recibe dando, radica en el descubrimiento  del semejante, del prójimo, del otro yo mismo…” Esta es precisamente la piedra angular de toda la construcción teórica, y de acción práctica de Luis Ramiro Beltrán.

La estructura molecular del modelo de comunicación humana de Luis Ramiro Beltrán tiene como base un pensamiento democrático, donde la comunicación como integrante esencial de la construcción de la comunidad no deba reducirse a la preocupación sobre medios y canales técnicos sino sobre voluntades y valores humanos de encuentro, pluralismo, escucha del otro, y sobre todo de un direccionamiento de la misma circulación de sentidos hacia horizontes de mejora significativa de las condiciones de vida de unos y otros. Es así, que el mejor legado de Beltrán hacia el pensamiento de la comunicación social es el de ver esta dinámica primero como un proceso, o sea algo de responsabilidad equitativa de las partes, de otorgarle a la circulación de las ideas un sentido de diálogo de las experiencias siempre por naturaleza diversas entre los interactuantes, y que en el encuentro valorativo y dignificante de los comunicantes, ya no emisor o receptor, se articule aquel compromiso de mutua responsabilidad por el amor y encuentro con el Otro. El desarrollo mismo como noción adquiere una condición no de recomendaciones para la adopción de modelos de uno que induce al otro, sino que el desarrollo parte de la experiencia de la libertad de la palabra y así los rumbos para cualquier cambio son materia de la cooperación mutua. Las revoluciones moleculares de las que habla el teólogo Leonardo Boff, al señalar que los cambios profundos se operan desde lo más pequeño, si se comparan a la construcción teórica de la comunicación social desde Luis Ramiro Beltrán estaría integrada por la capacidad revolucionaria de la palabra hecha reconocimiento, valoración y respeto a la presencia del otro. Y el otro es aquel con quien me predispongo a dialogar, para que como producto relacional y desde las diferencias propias de cada uno se haga posible el sentido mismo del vivir y actuar juntos.

Las moléculas del cambio según Beltrán serán sus tres piezas: acceso, diálogo y participación bajo una experiencia de comunicación horizontal en la que nadie domine al otro sino que juntos reconozcan que es la palabra la que los edifica mutuamente.

 

DE BELTRANISTAS Y DE BELTRANIANOS

De modo reiterado en algunos escenarios me animé a señalar en cuanto al trabajo de Luis Ramiro Beltrán que puede haber dos familias en las que su pensamiento se afinca. Los primeros, los beltranistas, son los que estudian su pensamiento y trabajo tan prolífico así como retador para entrar en el estudio de sus conceptos, el análisis de sus planteos, la observación de sus variables así como ejercer una mirada crítica acerca de la viabilidad de muchas de sus ideas para él horizonte de utopías por una comunicación liberadora. Y los segundos, los beltranianos, los que al conocer el alcance de sus enseñanzas y pasión por la comunicación social asumen como propias sus banderas y las ondean anunciando en medio de cualquier entorno desfavorable que la comunicación es sinónimo de escucha, de inevitable vínculo con la práctica del diálogo, con su esencial proyección de esperanza, de exigencia por un sentido de humildad y servicio además de comprometerla inseparablemente con el trabajo por la justicia social y amor por los demás haciendo que estas ideas hagan parte del mismo proyecto de vida que uno o una misma quisieran seguir.

Ante su partida física tenemos la histórica oportunidad de recorrer este tipo de trayectos que en su momento pudieron suponer riesgos  de vidas y luchas silenciosas y silenciadas con el goce diferente de avanzar sobre un camino iluminado, el marcado por nuestro Capitán, aquel que nos indica de que a pesar de todos los cambios y discursos globalizadores o los de la insensibilidad las utopías son necesarias y posibles porque a pesar de que la democracia gana su necesaria vigencia ésta no va asociada necesariamente al alcance de las condiciones democráticas en el campo de la comunicación. Esto hace que la semilla de ayer sea el sustento de nuestro presente y el ideal de un futuro capaz de  conseguir una comunicación democrática y por tanto liberadora.

Así reitero que es inevitable reconocer es que se empieza siendo beltranista para luego terminar siendo beltraniano, pues se comienza escudriñando su trayectoria, auscultando sus muchísimos textos, trabajos académicos y aportes conceptuales y se llega a adquirir la condición de comunicador o comunicadora beltranista en el plano del comunicólogo pero que por la misma alquimia de entrar en su pensamiento se llega a la condición de beltraniano momento en el que sin fanatismos ni menos invocación a posturas fundamentalistas se descubre el hecho básico, elemental, así como molecularmente revolucionario que somos y estamos en el mundo gracias a la condición comunicativa, que esta nos precede, nos hace ser en el hoy, así como proyecta nuestro mismo sentido humano en el mañana, ya que estamos hechos, somos y venimos de y para la palabra.

Beltrán ha sabido jugar con la alquimia del mundo para saber que de cada uno de los componentes que nos hacen humanos el elemento central y de mayor riqueza es el de la vida en común, tanto para construir comunidad como para sabernos cada uno elementos estructuralmente vinculados y que si somos es para vivir en común, pero el elemento que lo hace posible es y será siendo la palabra.

Terminamos este homenaje a nuestro Capitán, y Capitán de otros tantos soñadores de la comunicación que en este trayecto hasta ahora nos han acompañado, e inspirados por la fuerza del mismo Beltrán quien con su trabajo articula pensamiento, palabra y sobre todo acción, nos ha señalado el rumbo de nuestros puertos en los que nuestro pensar, decir y hacer estén estrechamente vinculados con el escuchar para entender, tocar para sentir, y soñar para tener esperanza en lo humano. Estemos dispuestos a recuperar algo simple pero altamente revolucionario: que la comunicación es diálogo, que este diálogo es liberación y que liberación recíproca es el acto más perfecto de amor. Hasta que nos reencontremos en el puerto del perfecto diálogo hasta luego Mi Capitán. Oh Capitán.

La Paz, 16 de julio de 2015


MERECIMIENTOS ESENCIALES DE LUIS RAMIRO BELTRAN

Algunos de los destacados reconocimientos recibidos por Luis Ramiro Beltrán Salmón a lo largo de su productiva labor como comunicador social incluyen: el Premio Marshall McLuhan de Comunicación – Teleglobe de Canadá en 1983; el Cóndor de Los Andes, máxima distinción del Gobierno de Bolivia en 1983; el Premio Anual de la Unión Cristiana Brasileña de Comunicación en 1990; la Condecoración al Mérito Educativo del Gobierno del Ecuador en 1991; las  nominaciones de Doctor Honoris Causa en las universidades Universidad Católica Boliviana “San Pablo” (1993), Universidad Técnica de Oruro en 1993, otros títulos de Doctorado Honoris Causa de universidades en Bolivia; la Medalla al Mérito a los comunicadores latinoamericanos, Mario Kaplún, Antonio Pasquali y Luis Ramiro Beltrán Salmón por el Festival Latinoamericano de Radioapasionados y Televisionarios en Quito, Ecuador en 1995; el Premio Nacional de Periodismo 1997; en marzo de 1997 la Facultad de Comunicación y Artes del Instituto Metodista de Educación Superior de Sao Paulo, Brasil, abrió su Primer Ciclo de Estudios sobre la Escuela Latinoamericana de Ciencias de la Comunicación dedicando a Luis Ramiro Beltrán Salmón su primera versión de recuperación de estudios continentales. Desde 1999 la Universidad Católica Boliviana “San Pablo” y su Departamento de Comunicación Social cuentan con la Cátedra Luis Ramiro Beltrán Salmón dedicada al estudio del pensamiento Beltraniano y su aporte en el campo de la comunicación para el Desarrollo además de que la UCB es depositaria de la Colección Luis Ramiro Beltrán que comprende la mayor cantidad de trabajos de su producción intelectual, de artículos y estudios realizados sobre su persona, además de las medallas y distinciones recibidas nacional e internacionalmente. 

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