05 May 2024 Repensar el derecho a la comunicación desde el pensamiento latinoamericano y desde las epistemologías del sur
Camilo Pérez y Jair Vega
Los pueblos Kogui y Kankuamo de la Sierra Nevada de Santa Marta, en Colombia, asumen la comunicación (Jui Shikazguaxa) como un proceso que implica dos acciones simultáneas: en primer lugar, se comunica desde adentro, desde casa (en un sentido individual y colectivo al mismo tiempo), y, en segundo lugar, comunicar se entiende como un proceso que contribuye a hacer amanecer al otro (no como un acto unidireccional, instrumental, sino como un propósito dado en el proceso de comunicarse con lo otro, humano o no humano, que a la vez me incluye).
Este es tan solo un ejemplo de la diversidad que podemos encontrar en ese universo llamado América Latina, el Abya Yala, que nos reta a repensar el concepto de “derecho a la comunicación” tanto desde las epistemologías del sur como desde el pensamiento social latinoamericano.
Desde la perspectiva anglosajona, el derecho a la comunicación se centra principalmente en la libertad de expresión y el acceso a la información, a los medios de comunicación masiva y las TICs como herramientas para garantizar la participación ciudadana y la circulación de diversidad de ideas en una sociedad democrática. Este enfoque tiende a enfatizar los derechos individuales y la regulación mínima de los medios para fomentar la competencia y la libre expresión.
Desde las epistemologías del sur, el derecho a la comunicación se entiende como un mecanismo para la resistencia, la emancipación, la descolonización del conocimiento y la acción. La comunicación no se asume como una acción instrumental, separada de las demás dimensiones de la vida, siempre está ligada a una movilización y a un propósito social o comunitario: bien sea en la alimentación, el cuidado de la salud o del ambiente o la celebración de un ritual. Ello implica que la participación en los procesos comunicativos, así como la dimensión política de la comunicación, se entienden como prácticas ligadas a la vida misma y no como ejercicios independientes e instrumentales para conseguir fines específicos.
Esto va incluso más allá de los enfoques participativos y horizontales, que promueve la democracia liberal, donde todos los actores sociales tengan voz y agencia en el proceso comunicativo, se trata de asumir la comunicación como inherente a sentido de la existencia misma, ligada bien sea a la vivencia espiritual, la acción colectiva o la demanda emancipatoria.
Ejemplo de ello es la experiencia de muchos pueblos indígenas en torno a la apropiación de medios de comunicación occidentales como la radio, la televisión e incluso las TICs para adecuarlos a sus lógicas propias. En Colombia, algunos pueblos indígenas han recibido ofertas de licencias para radios o televisiones bien sea comunitarias o de interés público. Aunque las consideraron atractivas, decidieron tomarse un tiempo para analizar la lógica de estos medios, para apropiarlos en consonancia con sus procesos de comunicación propia, de forma que no fuesen en contra de su cultura, organización social y propósitos como pueblos. Cuando esto no se logró, rechazaron las ofertas de estos medios para garantizar su derecho a la comunicación.
Paradójico, pues visto desde fuera, contar con estos medios supondría para ellos materializar el derecho a la comunicación (en tanto acceso a tecnología, producción y circulación de información). Cuando se logró apropiar el medio, surgieron experiencias de medios apropiados con un propósito, con un sentido local, como los casos de “Tayrona Estereo”, y el podcast “El Mochilón de la Sierra” realizados desde la Comisión de Comunicación Propia e Intercultural del Pueblo Kankuamo, el proceso de “Mokana Estereo” en el Atlántico o los procesos de comunicación impulsados por Pütchimaajana, la Red de Comunicaciones del Pueblo Wayúu, o por TIKCARIBE, el tejido indígena de comunicación del caribe.
Elemento fundamental para comprender los retos sociales, culturales y políticos
Por su parte, el pensamiento social latinoamericano ha abordado de manera profunda y multifacética el tema de la comunicación, reconociendo su importancia como elemento fundamental para comprender los retos sociales, culturales y políticos de la región. Desde aquí, la comunicación se entiende como un proceso complejo que involucra hibridaciones, mediaciones individuales y comunitarias, construcción de significaciones, identidades y subjetividades colectivas, así como tejidos sociales. Desde estas perspectivas, es imposible analizar la comunicación como una acción o espacio instrumental que puede servir para cualquier propósito, tal como se asume en gran medida en las teorías anglosajonas de la comunicación.
Se destaca entonces la relevancia de la comunicación popular, que reconoce el poder de las comunidades para contar sus propias historias, expresar sus necesidades, defender las formas de representación mediática de sus pueblos y culturas y luchar por sus derechos a través de prácticas de comunicación propias y participativas. Este enfoque también cuestiona la democracia liberal y su apuesta limitada por los derechos a la comunicación, argumentando que la democratización de los medios no puede lograrse únicamente a través de la regulación estatal, sino que requiere una movilización social y un cambio en las estructuras de poder.
La pedagogía crítica de Paulo Freire, la resignificación de la comunicación popular hecha por Jesús Martín Barbero, el análisis crítico de las estructuras de poder en la comunicación de Armand Mattelart, y el llamado a unas otras comunicaciones de Rosa María Alfaro son ejemplos de cómo el pensamiento latinoamericano resalta la necesidad de una comunicación alternativa y emancipadora.
Estos enfoques radicalizan el sentido de la participación y el empoderamiento comunitario, lo que implica un rol activo de las comunidades en la toma de decisiones, en los procesos de producción de contenidos, en la elección de los medios de comunicación más convenientes para la representación de sus propias realidades, trascendiendo la fórmula anglosajona de pensar lo que los medios le hacen a la gente, para pensar en lo que la gente puede hacer con los medios.
Retomando el ejemplo inicial del pueblo Kankuamo, este tipo de concepciones desafían los enfoques occidentales de la comunicación y surgen desde epistemologías diferentes, proponiendo la comunicación como una relación en la que se teje con lo otro para entender/construir el camino conjunto. Este es un proceso más complejo que pensar la comunicación como fórmulas unidireccionales o bidireccionales para transmitir o intercambiar mensajes entre unos y otros.
En resumen, las epistemologías del sur y el pensamiento latinoamericano nos invitan a repensar el derecho a la comunicación más allá de la libre expresión y el acceso a la información y a los medios; y asumirlo desde la defensa y el fortalecimiento de los procesos de comunicación propia y apropiada que permitan que los pueblos puedan tomar sus propias decisiones sobre procesos y productos comunicacionales que se gestan sobre y desde sus territorios, respetando la diversidad cultural, lingüística y epistémica de los grupos históricamente marginados, y generando procesos comunicacionales anclados en los saberes y necesidades propias.
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