La memoria en los medios
21057
post-template-default,single,single-post,postid-21057,single-format-standard,bridge-core-3.3.1,qodef-qi--no-touch,qi-addons-for-elementor-1.8.1,qode-page-transition-enabled,ajax_fade,page_not_loaded,,qode-title-hidden,qode-child-theme-ver-1.0.0,qode-theme-ver-30.8.1,qode-theme-bridge,qode_header_in_grid,qode-wpml-enabled,wpb-js-composer js-comp-ver-7.9,vc_responsive,elementor-default,elementor-kit-41156

La memoria en los medios


Durante la marcha del 8 de marzo (día de la mujer) de 2015. Foto: J. Ignacio Chaves G.


“No aceptes lo habitual como cosa natural.Porque en tiempos de desorden,de confusión organizada,de humanidad deshumanizada,nada debe parecer natural.Nada debe parecer imposible de cambiar”.Bertolt Brecht

El ser humano es memoria y es comunicación. Ambas nos acompañan a lo largo de nuestra existencia. Comunicar nos permite mantener viva la memoria y construir la historia.

En esa tarea de edificar el pasado los medios tienen una destacada labor, ya que van alimentando los archivos de la historia con lo que cuentan de los hechos acaecidos. Por eso es importante una labor crítica para que los medios no entierren las otras historias y nos transmitan solamente la “historia oficial”.

Gran parte de la memoria social que tenemos viene determinada por lo que nos llega a través de los medios. La comunicación que éstos hagan condiciona la memoria de la sociedad al crear unos imaginarios colectivos que nos homogeneizan y eliminan las diferencias.

Memoria y comunicación

La memoria es un derecho y un deber. No nos pueden obligar a recordar como tampoco nos pueden forzar a olvidar. Con la memoria tejemos los hilos que nos unen, esos mimbres se entrelazan a través de la comunicación que hacemos. Porque memoria y comunicación caminan juntas desde que el ser humano habita la Tierra.

Ya en el siglo V antes de la era común, el historiador griego Herodoto de Halicarnaso, señalado como el padre de la historiografía, afirmaba en su obra Historiae que escribía para que “no llegue a desvanecerse con el tiempo la memoria de los hechos públicos de los hombres, ni menos a oscurecer las grandes y maravillosas hazañas, así de los griegos, como de los bárbaros.”1

La memoria nos sirve para mantener vivos los procesos, los saberes y las narrativas de nuestra historia. Archivamos los recuerdos porque con ellos nos construimos. La pérdida de memoria nos destruye, nos va minando hasta no ser. Un ejemplo son las personas que sufren alzhéimer, una trágica muestra de la gravedad que significa no poder retener nuestras propias evocaciones. El déficit de memoria hace que nuestra comunicación pierda su sentido y que sus significados se vacíen de contenido.

En la frase de Herodoto se condensa una parte importante de lo que le debemos reclamar a los medios a la hora de construir memoria. No deben oscurecer las hazañas, o las simples narrativas de “los bárbaros” porque no sean de los suyos. No han de contar solamente las batallas de los vencedores, sino también las de los vencidos. Porque lo que no se cuenta no existe para los demás, quedando archivado en las memorias particulares de quienes no forman parte de la historia.

La comunicación tiene la tarea de hacer presente el valor de esa memoria que no cuenta, la de la otra cara de la moneda. La “otra” historia, esa que es excluida por los poderes pero que es tan importante como la que sí recogen los medios y los libros. 

Es por ello que, en esa labor de servir de memoria, de archivo de recuerdos, los medios ocupan, o deberían ocupar, un lugar destacado. Prensa, radio y televisión, sobre todo esta última, son los medios masivos que hacen de “punta de lanza” en la tarea de trasladar a la ciudadanía lo que ocurre en el mundo. Pero lo que informan no es siempre lo que las personas quieren o necesitan o les puede ser útil. Nos cuentan más bien lo que interesa al poder que los controla.

Sin la comunicación y sin la memoria el mundo sería un espacio deforme. Si aquélla no es bien ejercida y ésta no nos acompaña, perdemos la visión de la realidad y permitimos que nuestra vida sea construida por otros, por quienes detentan el poder de manipular la información y de conducir las memorias. 

Los medios tienen esa responsabilidad de comunicar y de mantener viva la memoria para estar en el mundo. Hay multitud de ejemplos en los medios de mala praxis informativa. En América Latina, por su situación de dependencia informativa, la manipulación y el “olvido” son más graves. Porque la información de los medios contribuye más bien a la desmemoria, al desplazamiento de la realidad hacia espacios de interés del poder mediático. Un ámbito que ha traspasado todas las previsiones y que se ha convertido en mucho más que el cuarto poder. Su presencia es omnímoda, y más en estos últimos veinte años en los que lo comunicativo lo ocupa todo y en donde son los medios quienes construyen una buena parte de las agendas del poder. En ese oficio de contar lo que pasa, tanto los medios como sus profesionales han pasado “de creerse liberados de la sociedad para vigilar al poder a creerse liberados del poder para vigilar a la sociedad” (Gabilondo, 2011: 29).

Medios y poder se unen para contar la memoria oficial, la que ignora las otredades y pretende que todo el mundo las ignore: “La memoria del poder, que los centros de educación y los medios de comunicación difunden como única memoria posible, sólo escucha las voces que repiten la aburrida letanía de su propia sacralización. La impunidad exige la desmemoria” (Galeano, 1999: 34).

Los medios también contribuyen a recuperar hechos pasados y promueven la formación de cierta conciencia. El problema está en que por lo general no plantan semillas para una conciencia crítica. Más bien al contrario, nos aborregan con una mirada uniforme sobre la realidad convirtiéndonos en meros espectadores de “sus” realidades. Somos ese “rebaño desconcertado” ante lo que nos muestran los medios masivos de difusión de noticias y la manera en que lo hacen “El cuadro del mundo que se presenta a la gente no tiene la más mínima relación con la realidad, ya que la verdad sobre cada asunto queda enterrada bajo montañas de mentiras” (Chomsky y Ramonet, 2002: 30).

Las malas praxis

Los medios nos desplazan, porque nos presentan “su” realidad que quieren hacernos creer que es la realidad. Hacen que la sociedad piense que lo que nos cuentan es lo que realmente es importante, nos “normalizan”. Lo que nos lleva a considerar que lo que no aparece en esos medios no es relevante, dejamos que sea lo que nos cuentan lo que vale y dando por hecho que lo demás no es importante.

En los últimos años he hecho algunas investigaciones para constatar cómo los medios modifican e incluso construyen la realidad. Lo que supone no sólo manipular la manera de presentar los hechos sino una forma de negar la memoria. Por ejemplo, cuando en julio de 2011 privilegiaron informativamente la masacre de Oslo, en la que un descerebrado asesinó a setenta y siete personas, frente a la hambruna en el Cuerno de África, que causó, según Naciones Unidas, varios miles de fallecidos. Tomaron una posición clara sobre lo que el mundo necesitaba saber. Decidieron que importaban más las vidas de sesenta y siete ciudadanos blancos que las de veinticinco mil niñas y niños negros.

Lo volvieron a hacer en 2015 con la crisis migratoria. En septiembre, los medios desplegaron todo su potencial informativo frente a la noticia del niño sirio que apareció ahogado en una playa turca. Todos los días mueren personas migrantes intentando buscar un lugar mejor para vivir. Esos seres humanos anhelan lo que los propios medios les han vendido a través de sus mensajes: que en Occidente se vive mejor. Pero luego esos países occidentales les niegan la entrada. Para los medios fue más relevante la muerte de un solo niño, que es muy importante, frente a las tres mil setecientas setenta y una personas migrantes muertas ese año en el Mediterráneo, según datos de la Organización Internacional para las Migraciones.2

En esos sucesos, y en otros muchos que podríamos citar, hicieron una mala praxis informativa, pusieron en práctica un no uso de la memoria, negaron el recuerdo y opacaron cierta realidad. Le dijeron al mundo, a través de la información que difunden, qué es noticia, qué es importante y qué tenemos que recordar.


Durante la marcha por la paz (9 de abril de 2013). Foto: J. Ignacio Chaves G.


Los medios en Colombia

En Colombia se suele dar una parcialidad interesada en los medios masivos (radio, televisión o prensa). Se destaca más lo espectacular y negativo, con una clara tendencia en los noticieros de las cadenas generalistas a poner la violencia por delante de cualquier otra información. Eso ha contribuido a crear una percepción de inseguridad en la ciudadanía y a que en el exterior vean a Colombia como un país muy violento. Y hay violencias, pero no son lo único ni lo principal de lo que sucede en el país.

La insistencia en resaltar la criminalidad de la guerra ha dejado de lado, como si fueran menos importantes, otras realidades tan graves como el conflicto armado. Así, han predominado tendenciosamente las cifras de muertes por esos hechos y se han ensombrecido los datos de otras causas de muerte como la producida por la violencia intrafamiliar, por las agresiones contra las mujeres o grupos minoritarios, por el consumo de alcohol o por accidentes de tránsito.

Según el Centro Nacional de Memoria Histórica3 en el período 1958-2012 fallecieron, como consecuencia del conflicto armado, 218.094 personas, de las que 177.307 eran civiles y 40.787 pertenecían a las fuerzas armadas. Evidentemente son cifras relevantes. Pero también lo son los 10.402 dictámenes por violencia contra niños, niñas y adolescentes reportados en 2012 por el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar.4 O las 75.939 peritaciones en el contexto de violencia intrafamiliar realizadas en 2014 por el Instituto Nacional de Medicina Legal,5 de las que el 64,33 % corresponden a violencia contra la pareja; lo que sitúa a Colombia como el quinto país de la región con mayor número de feminicidios.

En Colombia hubo 32.840 accidentes de tránsito6 a lo largo del año 2014 con el resultado de 5.632 fallecimientos. Casi la mitad eran “usuarios vulnerables de la vía pública”, es decir, peatones, ciclistas y motociclistas. Con respecto al alcohol, según la Organización Mundial de la Salud,7 el 3,2 % de la población colombiana es dependiente de esta droga legal. En el mundo, mueren más de 3,3 millones de personas anualmente por culpa del alcohol. 

Es una muestra de que hay cifras muy relevantes sobre otras violencias que no deberían quedar oscurecidas por las relativas al conflicto armado. Que, pese a ser un tema grave, no es el más destacable en función de los datos.

Las negociaciones de paz

Pero también en el cubrimiento del conflicto armado se han obviado, o no se le ha dado la importancia merecida, ciertas noticias de gran calado. Volviendo a centrarse más en destacar lo negativo que en darle valor a las situaciones de mejora respecto a la guerra. Por ejemplo, las cifras derivadas del desescalamiento bilateral acordado a finales de junio de 2015.

Un medio digital como Confidencial Colombia8 resaltó lo menos positivo al titular en julio de 2016 “Conflicto se resiste a desaparecer”, cuando lo que realmente recogía la noticia es que según el Centro de Recursos para el Análisis de Conflictos (CERAC) “con la implementación del acuerdo bilateral de desescalamiento, el conflicto armado entre las FARC y el estado colombiano ha caído a sus niveles mínimos en 52 años, en número de víctimas, combatientes muertos y heridos, y de acciones violentas.” 

Pero el medio prefirió realzar en su noticia el hecho de que persistieran ciertas “acciones criminales por parte de núcleos duros del grupo insurgente”, lo que, en un momento tan especial como el que se vive en Colombia, no contribuye a reducir esa polarización política y social presente en la sociedad. Por eso es importante observar y analizar el papel de los medios en la construcción de imaginarios colectivos que crean gran parte de la memoria social. 

En el tema de las negociaciones de La Habana, los medios han estado un poco al margen. Por supuesto que informaban, a su particular manera, de lo que se negociaba. Pero sin tomar partido claro por la causa del fin del conflicto entre dos de los actores y por la paz que eso supondría. Se podría decir que no han manifestado claramente su compromiso. Hubo que esperar a la firma de los acuerdos el 28 de agosto para que cambiaran su tendencia y se mostraran más cercanos a lo ya rubricado.

No ha sido solamente el caso de los medios masivos, también instituciones académicas y otras organizaciones relevantes se mantuvieron en la orilla sin subirse al barco hasta que el Gobierno declaró firmados los acuerdos. Un apoyo que fue mayor después de la rúbrica pública llevada a cabo entre el presidente Santos y el líder guerrillero Rodrigo Londoño en Cartagena el 3 de octubre. 

Durante la manifestación del 1º de mayo (día de las y los trabajadores) de 2015. Foto: J. Ignacio Chaves G.


Los medios pasaron de un extremo a otro, de la ausencia a la celebración, lo que, según Mario Morales, profesor de la Pontificia Universidad Javeriana, recogido en El Espectador,9 nos deja una enseñanza para el futuro “debemos aprender a narrarnos desde los fragmentos que somos” y que debemos “prepararnos para la conciliación y el posconflicto (…) con todo aquel que piensa distinto.”

Una nueva ruta

La memoria colectiva se construye, en parte, con lo recogido por los medios, con lo archivado en las hemerotecas. Necesitamos de la comunicación y de la memoria para pensar sobre qué valores construimos nuestra sociedad, contribuyendo a que la memoria no sirva solamente para recordar los hechos, sino para reflexionar sobre sus causas.

Hemos de recuperar el sentido y el significado de la comunicación primigenia, la que nos hace compartir y comulgar, y el valor de la memoria. Ambas son más necesarias si cabe en sociedades con un alto nivel de conflicto. Comunicar es construir memoria, como dice Schmucler “La memoria, que en el presente actualiza el pasado, puede ayudarnos a reconocer esplendores de ayer rápidamente opacados; o a precisar el verdadero sentido de disputas que a veces se muestran ciegas a la experiencia y que reiteran una doxa empobrecida de ideas” (Schmucler, 2008: 12)

La memoria común que compartimos a partir de lo que nos llega a través de los periódicos, de las ondas o de las pantallas es lo que se archiva y que, en gran parte, la población acepta como única y verdadera.

Si antes era la palabra del cura en su sermón la que construía la verdad de las gentes, desde que los medios se apropiaron del eduentretenimiento son sus palabras, sus voces y sus imágenes el sumo poder sin un dios claro pero con muchos dioses que controlan informativamente el planeta.

El buen uso de la comunicación y de la memoria contribuye a la formación de una ciudadanía con mayor responsabilidad frente a la sociedad, con más criterio para poner en contexto la historia y con una posición más ética sobre la realidad y el mundo en que vivimos. Tenemos que contribuir, desde la academia y desde los medios, en la construcción de la memoria colectiva de la sociedad. Formando en saber mirar hacia atrás para comprender la historia y hacia delante para encarar el futuro.

Desde Latinoamérica requerimos hacerlo con una mirada crítica, con la que se ha construido gran parte del campo de la comunicación. De esa “otra” comunicación, la participativa, la que nos pone a dialogar, la ineludible para evitar el adormecimiento ante las modas impuestas. Porque la memoria es casi sinónimo de justicia ya que “abre expedientes que el derecho o la historia habían archivado” (Benjamin, s.f.). 

 

Notas

1. Herodoto de Halicarnaso, Los nueve libros de la historia. Consultado 20-08-2016 (pág. 19) Disponible en http://www.enxarxa.com/biblioteca/HERODOTO%20Historia%20_Pou_.pdf

2. IOM-OIM contabiliza las muertes de migrantes en el mar. Consultado el 9 de septiembre de 2016. Disponible en https://www.iom.int/es/news/la-oim-contabiliza-3771-muertes-de-migrantes-en-el-mediterraneo-en-2015-y-mas-de-un-millon-de

3. Centro de Memoria Histórica. Disponible en: http://www.centrodememoriahistorica.gov.co/micrositios/informeGeneral/estadisticas.html

4. Instituto Colombiano de Bienestar Familiar. Disponible en: http://www.icbf.gov.co/portal/page/portal/Observatorio1/Archivo/2013/publicacion37.pdf

5. Instituto Nacional de Medicina Legal. Disponible en: http://www.medicinalegal.gov.co/documents/88730/1656998/Forensis+Interactivo+2014.24-JULpdf.pdf/9085ad79-d2a9-4c0d-a17b-f845ab96534b

6. Consejo Colombiano de Seguridad. Disponible en: http://ccs.org.co/salaprensa/index.php?option=com_content&view=article&id=518%3Apesv&catid=296&itemid=830

7. Organización Mundial de la Salud. Disponible en: http://www.who.int/mediacentre/factsheets/fs349/es/

8. Confidencial Colombia, consultado el 9 de septiembre de 2016. Disponible en http://confidencialcolombia.com/es/1/dialogos_de_paz/24396/noticias-confidencial-colombia-cali-medellin-cartagena-bogota-Conflicto-se-resiste-a-desaparecer-FARC-estado-colombiano-Centro-de-Recursos-para-el-An%C3%A1lisis-de-Conflictos-CERAC.htm

9. El Espectador. Consultado el 6 de octubre de 2016. Disponible en: http://www.elespectador.com/noticias/paz/donde-estaban-los-medios-campana-del-plebiscito-articulo-658886

 

Referencias bibliográficas

Benjamin, W. (s.f.). Tesis sobre la historia y otros fragmentos. Disponible en http://www.bolivare.unam.mx/traducciones/Sobre%20el%20concepto%20de%20historia.pdf

Chomsky, N. y Ramonet, I. (2002). Cómo nos venden la moto. Barcelona, Icaria editorial. 

Gabilondo, I. (2011). El fin de una época. Sobre el oficio de contar las cosas. Barcelona, Barril y Barral editores.

Galeano, E. (1999). Patas arriba. La escuela del mundo al revés. Madrid, siglo XXI editores.

Schmucler, H. (2008). “Memoria y balance”. En Albornoz, MB y Cervino, M. Comunicación, cultura y política. Quito, FLACSO. 

 

José Ignacio “Iñaki” Chaves Gil es sociólogo y comunicador. Doctor en Comunicación y Ciencias Sociales por la Universidad Rey Juan Carlos (URJC, España). Magíster en Comunicación y problemas socioculturales (URJC) y DEA en Comunicación, cambio social y desarrollo (Universidad Complutense Madrid, UCM, España). Sociólogo (UCM). Director de la maestría en Comunicación, desarrollo y cambio social de Uniminuto (Bogotá, Colombia). Miembro de la Asociación Española de Investigadores de la Comunicación (AE-IC), de la Asociación Latinoamericana de Investigadores de la Comunicación (ALAIC) y del Comité Científico del Congreso Internacional Latina de Comunicación Social. Colaborador de los medios digitales Nueva Tribuna (nuevatribuna.es) y Desde Abajo (desdeabajo.info). Autor del blog Pateras al Sur. Correo-e: ichaves61@gmail.com jose.chaves@uniminuto.edu 

1 Comment
  • jocabed
    Posted at 18:00h, 11 April

    excelente trabajo, sin palabras.