“Not your father’s local media”, o cómo la revolución digital cambió (casi) todas las referencias
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“Not your father’s local media”, o cómo la revolución digital cambió (casi) todas las referencias


Photo: contributed


En 1988 una fábrica de autos intentó adelantarse a su mercado con un eslogan que no le funcionó en términos de ventas −la empresa cerró unos años después−, pero marcó la cultura popular estadounidense con todas las variantes imaginables. “This is not your father’s Oldsmobile” (este no es el Oldsmobile de tu papá), permanece como una frase pegajosa para describir una disrupción; es decir, una rotura o interrupción brusca.

Para hablar hoy de medios locales, en particular, no podemos olvidar que la industria mediática, en general, actúa como “una bestia descomunal, estúpida y lenta, que sabe muy poco sobre sus amenazas y su entorno”, en palabras de  Joshua Topolsky, cofundador de The Verge / Vox Media, cuyo periodismo cubre la intersección entre tecnología, ciencia, arte y cultura.

En lo que va del siglo XXI la disrupción digital transformó los usos sociales y los consumos individuales de los medios −cada vez más mediados por la participación en redes sociales−, así como las modalidades del aprendizaje humano. Como advirtió Prieto Castillo: “la comunicación ha estallado en todas direcciones y ocupa un espacio que apenas si era incipiente cuando asomaron las tecnologías analógicas”.

Sin embargo, aunque la idea de “medio local”, venida del viejo mundo analógico, requiera una profunda renovación, numerosas expresiones y acciones de medios, iglesias, partidos políticos, asociaciones profesionales, sindicatos, entidades educativas y grupos civiles, parecen no haberse percatado de que hace más de tres lustros salimos del siglo XX y sus referentes analógicos. En otras palabras, los medios locales de hoy no son los medios locales de tu papá. Y es muy probable que ni siquiera sean los de tu infancia.

Solíamos tener un sistema mediático analógico relativamente estable, basado en escasez y localización física, en el cual grandes intereses políticos y económicos hegemónicos podían concentrar y controlar inmensas porciones de lo que leíamos, escuchábamos y veíamos, porque era comparativamente sencillo mantener pocos medios masivos cuyos costos de producción impedían la presencia de numerosos actores, aún si existían garantías constitucionales de ejercicio de la libertad de expresión y la posibilidad de fundar medios.

Ante esa barrera, a mediados del siglo XX se iniciaron movimientos sociales y mediáticos que intentaron ir contra la corriente y dieron lugar a una rica diversidad de medios locales, alternativos/alterativos del orden mundial de la comunicación y la información, mientras se aspiraba a la democratización general de los sistemas mediáticos nacionales por vía de políticas de comunicación defensoras del derecho a la comunicación y la expresión como derechos humanos fundamentales.

Para fines del siglo XX estaba claro que la mayoría de prácticas y reglamentos de radiodifusión en el mundo no contaban con un “entorno propicio” para una radiodifusión libre, independiente y pluralista, capaz de dar voz a las personas y reclamar la rendición de cuentas de los gobiernos. Y la razón era (y sigue siendo en muchos sentidos), que un entorno mediático saludable requiere la convivencia equilibrada de sectores de servicio público, comunitario, sin fines de lucro, y comercial privado.

La dimensión más profunda de la revolución digital es, probablemente, haber dado origen a medios realmente interactivos, basados en redes tecno-sociales que dependen de herramientas de software.

Dispositivos móviles inteligentes, redes sociales, correo electrónico, blogs y sitios Web personalizados, entre otros recursos, no existían tan solo hace unos pocos años; pero hoy casi la mitad de la población del planeta tiene al menos acceso a Internet.

Los medios sociales incluyen todos los servicios de comunicación electrónica, incluyendo cualquier uso de tecnología basada en Internet, para circular mensajes mediante la interacción que ocurre en línea y permite crear comunidades para compartir todo tipo de información y contenidos.

En consecuencia, un medio local apoyado en redes sociales y aplicaciones móviles podría encarnar hoy el ideal democratizador de los “medios alternativos” analógicos, pues las reivindicaciones de la comunicación como derecho humano siguen siendo vigentes y pertinentes.

Reformulaciones digitales y viscosidad mediática

Veamos cómo una docena de nuevas referencias transforma cada día este paisaje en el cual se mueven hoy los medios locales.

  1.  La revolución digital resquebrajó la estructura mediática del siglo XX. Con el advenimiento de la sociedad red, subraya Castells, la Internet y su World Wide Web desbordan todo lo que conocíamos en términos mediáticos porque traslapan de manera permanente la información, la comunicación, la interacción y la organización social. Diarios y revistas se debilitan o desaparecen. Los modelos de negocio cambian demasiado rápido. Las redes de radio y teledifusión se ven forzadas a evolucionar.

  2. Los medios analógicos tradicionales han perdido la exclusividad de producir y distribuir noticias, información y entretenimiento, pues las tecnologías de información y comunicación (TIC) digitales tienen el potencial de convertir a cualquier individuo con acceso a ellas, en prosumidor (productor, editor, distribuidor y consumidor) digital de contenidos (la mayoría de los cuales circulan libremente por las redes).

  3. No presenciamos la muerte de ningún medio en particular, sino su reformulación digital y su consumo en diversas plataformas. Con la cultura de la convergencia, explica Jenkins, hemos ingresado a una creciente viscosidad mediática en la cual cambian los contenidos, los géneros y las tecnologías de distribución, pero los medios permanecen como capas dentro de un cada vez más complejo sistema de noticias, información y entretenimiento, en el cual conviven la imagen, el sonido y los datos de manera transversal o transmediática.

  4. Hemos hecho la transición de los medios de masa y su modelo de broadcasting (radio y teledifusión), a un nuevo modelo de digicasting basado en un conjunto de servicios de textos digitales (video, audio y datos), sustentados, por un lado, en la digitalización del uso del espectro electromagnético, y, por otro, en el acceso personalizado (webcasting, narrowcasting, podcasting… ), a redes de banda ancha, computadoras, teléfonos inteligentes y todo tipo de dispositivos móviles con acceso a redes y reproducción multimedial, multipantalla y multiplataforma, basada en aplicaciones o apps (programas relativamente pequeños diseñados para teléfonos celulares y computadoras): “Lo que quiero, cuanto quiero, donde quiero y cuando quiero”.

  5. A medida que los individuos han pasado a considerar los servicios de comunicación como gastos no discrecionales, los costos de suscripción a servicios han descendido en todas las plataformas, con lo cual el número de suscriptores aumenta y se mantiene en crecimiento. En respuesta, los operadores tienden a agrupar servicios de voz, video y datos, cuyos paquetes resultan más atractivos para los usuarios y más rentables para las empresas. Pero la inversión en redes de acceso de nueva generación ocurre principalmente en las ciudades, por lo cual subsiste la preocupación de que se ahonde la brecha digital y las áreas rurales no tengan acceso suficiente a estos servicios.

  6. La conectividad y la inclusión digital ocupan ahora el centro del desarrollo social y económico. Entendida como la capacidad de una sociedad para comunicarse consigo misma y con su entorno mundial mediante el uso de telecomunicaciones, TIC digitales y productos de sus industrias de contenidos, la conectividad es ahora prioritaria en cualquier consideración de política de comunicación, debido a las profundas repercusiones sociales, culturales, políticas y económicas de la revolución digital. Gobiernos, organismos regionales, subregionales y multinacionales, sociedad civil y sector privado, se sientan ahora en una misma mesa, “cada uno dentro del marco de sus competencias y responsabilidades”. Y empresarios como Mark Zuckerberg, creador de Facebook, la consideran un derecho humano.

  7. Contamos con nuevas formas de participación ciudadana y de empoderamiento individual que, a su vez, influyen en la participación política y sus resultados. Los medios sociales pueden promover interacción basada en telepresencia. Es decir, podemos comunicarnos y desarrollar formas de interlocución o diálogo aprovechando la configuración tecnológica de las redes tecno-sociales, que permite romper límites geográficos y temporales, propios de los medios analógicos tradicionales.

  8.  La experiencia de usuario y la diversificación temática basada en necesidades informativas identificadas entre los usuarios aparecen como claves para un periodismo local consciente del nuevo paisaje mediático digital: un ecosistema viscoso y amplio de prosumidores, audiencias, tecnologías, procesos, industrias, gobiernos y patrocinadores que interactúan de manera activa alrededor de diversas modalidades de información que incluyen (y mezclan) entretenimiento, noticias, educación y publicidad.

  9. Hay innovaciones sociales colaborativas basadas en aplicar los principios del código abierto −en informática−, a campos más allá del software. Es lo que se conoce como “crowdsourcing”: así como el software libre está destinado a mejorar el sistema y devolverle las mejoras a la comunidad de usuarios, el “crowdsourcing” busca actuar como una técnica distribuida de resolución de problemas y de producción, mediante una “lluvia de ideas” colectiva, dedicada a buscar mejoras en todas las esferas de la vida.

  10. Entre las innovaciones colaborativas más relevantes para el periodismo digital local se encuentra el llamado ‘civic hacking’. Se trata de un enfoque para solucionar problemas cívicos, originado en un movimiento ciudadano de acceso a información pública. En esta tendencia, “hacking” recupera su sentido original −antes de ser sinónimo de piratería informática− para referirse a la creación de apps cuyo propósito original se modifica de manera simple y creativa para resolver problemas −por ejemplo, abuso de fuerza policial o corrupción de funcionarios y políticos− y promover acciones como la protesta y la desobediencia civil.

  11. El periodismo local de medios cívicos también encuentra en la ciencia de grandes datos (Big Data Science) otro ingrediente esencial. Hoy es posible generar, a muy bajo costo, contenido mediático comprensible y entretenido apoyado en aplicaciones de análisis de datos (grandes y no tan grandes) que permiten producir periodismo confiable, basado en comprobación y verificación de hechos (fact-checking and verification).

  12. Detrás de este reto periodístico se encuentra la nueva lógica del “Con”: Con (alguien), no A ni Para (alguien). Como señala Charles Leadbeater, si tuviéramos que sintetizar la cultura creada por los medios sociales en un solo principio de diseño, sería el principio del “Con”. La Web nos invita a pensar y actuar “con” las personas, en vez de hacerlo “por” ellas, a nombre de ellas o incluso haciéndoles cosas “a” ellas.
Un sentido fuerte de participación cívica

Transformar el conocimiento cívico en acción cívica, como una parte esencial de la democracia basada en empoderamiento comunitario, es lo que se propone el Centro para Medios Cívicos del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT). Más allá del “periodismo ciudadano”, los medios cívicos incluyen toda forma de comunicación que fortalezca los lazos sociales dentro de una comunidad o cree un sentido fuerte de participación cívica entre sus residentes.

En ese sentido, van más allá de la creación de contenido noticioso y reportería, e incluyen desde tecnologías para organizar manifestaciones callejeras, hasta sistemas de telefonía y mensajería de textos que permiten llevar a cabo sofisticadas votaciones instantáneas en actividades cotidianas.

Al ayudar a proveer a la gente las habilidades necesarias para procesar, evaluar y actuar a partir de la circulación de información, los medios cívicos garantizan la diversidad de aportes y el respeto mutuo necesarios para la deliberación democrática.

En un mundo digital marcado por la movilidad, un reto adicional para el ejercicio del periodismo es el uso creciente de comunicaciones sincrónicas, principalmente basadas en mensajería y chat (Whatsapp, por ejemplo), o en video (como Snapchat).

El resultado no solo es, como analiza Stowe Boyd, que seamos móviles en dispositivos móviles, sino que nos volvemos discontinuos: es probable que nuestro trabajo se divida en muchos lapsos cortos, y es menos probable, en consecuencia, que leamos o escribamos formatos largos en dispositivos móviles.

No es coincidencia, entonces, que The New York Times haya analizado a fondo los conflictos de valores que ocurren en el nuevo entorno de las noticias digitales. Una reciente etnografía noticiosa de ese diario describe cómo tres valores emergentes están reordenando los procesos fundamentales de la producción de noticias: la inmediatez, la interactividad y la participación ahora juegan un papel protagónico como nunca antes, y crean enfrentamientos entre lo antiguo y lo nuevo, porque provienen de prácticas sociales, presiones y normas ya en juego dentro de las salas de redacción digital.

La inmediatez nos fuerza a los periodistas digitales a trabajar en un entorno permanente de plazo límite (deadline); un mundo de “lo antes posible”; de periodismo para ahora mismo, no para aparecer impreso mañana, que fue inaugurado por el ciclo de 24 horas de CNN.

La interactividad, inspirada por la inmersión permanente de los usuarios en el entorno de la Web, trae nuevos tipos de especialidades a la sala de redacción (medios sociales, analítica web, marketing digital, datos, infografía…), pero también les demanda nuevas capacidades a los ya recargados periodistas tradicionales.

A su vez, la participación (engagement) entre el medio y su audiencia, se modifica y renueva gracias a los medios sociales, de manera que los ejecutivos de ventas aspiran a crear oportunidades de desarrollo de marca e imagen corporativa, mientras los periodistas buscan maneras de conocer mejor e interactuar realmente con sus lectores.

Por supuesto, no es sencillo venir del mundo analógico, adaptarse a los retos digitales y modificar los procesos de trabajo, todo al mismo tiempo. Pero hay cinco lecciones que los medios tradicionales en Estados Unidos están aprendiendo en su transición forzada o ya aplican cuando se trata de medios digitales nativos que han reinventado las salas de redacción:

  • No intentan ser todo para todo el mundo.
  • Se enfocan en las áreas que pueden y deben cubrir mejor.
  • Liberan a más personal de las constricciones de la lógica del impreso.
  • Piensan más allá de las palabras (más periodismo visual y escritura conversacional).
  • Organizan sus equipos alrededor de asuntos, no secciones cerradas (cambio climático, educación, salud…).

En el horizonte del nuevo mundo del “Con”, otros cambios sociales profundos se perfilan: el conocimiento y el aprendizaje son co-creados en una relación igualitaria de profesionales y prosumidores. Las organizaciones funcionan como redes o asociaciones. La autoridad se distribuye y se obtiene de una relación entre pares. Las soluciones se coproducen y se negocian. La política es nuestra propia voz en conversaciones y argumentaciones. Y el valor del medio se crea a través de la interacción con sus usuarios y se establece a través de ella. ¡Menudo reto tenemos por delante!

 

Carlos Eduardo Cortés S. es periodista digital en Univision Communications Inc. Las ideas expresadas en este artículo pertenecen exclusivamente al autor y no representan la visión de Univision.

 

 

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